Ciudadanos mexicanos y españoles, más cerca que nunca

Los españoles capitularon el 20 de septiembre de 1821 de la Ciudad de México, mientras el ejército trigarante avanzaba en las distintas regiones del país uniéndose a la causa de la independencia, los españoles peninsulares firmaban capitulaciones para volver a España o a alguno de sus dominios en el caribe como Cuba o Santo Domingo. Mientras que otros españoles se unían al plan de Iturbide y a formar parte de la nueva nación mexicana.

A partir de esa separación el destino y la historia de uno y otro país se separaron, pero no fue tanto. Mexico y España durante los dos siglos de independencia se han enfrentado a desafíos muy similares en distintas materias de política nacional e internacional.

Durante el siglo XIX ambas naciones se enfrentaron a guerras civiles entre liberales y conservadores, a asensos y caídas de repúblicas y monarquías, a guerras contra potencias extranjeras, a perdida de territorios y a una política interior inestable.

Nuestra relación con España durante el siglo XIX fue de un total rechazo a todo lo considerado español, salvo algunas élites monarquistas que querían la reinstauración del imperio, la nación liberal mexicana rechazó lo español, para ir poco a poco construyendo las instituciones jurídicas y políticas al modo mexicano.

Durante el siglo XX esta relación se dio de una manera más equitativa, entre dos naciones independientes. La ayuda formal de México a la república ha sido uno de los más grandes episodios de la historia nacional, cuando gracias a ese apoyo México recibió muchos refugiados españoles que contribuyeron en distintas áreas de la industria, las artes y la ciencia.

No obstante, aunque las élites mexicanas y españolas hubieran sanado sus diferencias que tuvieron en el siglo XIX, la clase baja mexicana continuaba culpando a los españoles de los años de explotación y saqueo de la etapa colonial. Esto se ve en las múltiples vandalizaciones hacia la estatua de Cristóbal Colón, en particular los días 12 de octubre. Y a un discurso indigenista que exaltaba los “300 años de dominación”.

Desde el lado español, el español de a pie seguía viendo el siglo XVI y XVII como la cúspide del hispanismo y el descubrimiento de América, asimilando un discurso de que dicha exploración y colonización fue una misión “civilizadora”, menospreciando lo indígena.

Sin embargo, lejos de esos reduccionismos históricos que tanto les preocupó a los literatos mexicanos como Octavio Paz, la realidad del siglo XXI es muy diferente. Después de la globalización y el neoliberalismo han homogeneizado procesos culturales políticos y económicos en ambos países.

Hacia el siglo XXI después de todos los procesos históricos señalados, la clase baja española y la clase baja mexicana tienen más en común de lo que se imaginan, salarios bajos, crisis de los partidos políticos, desempleo y crisis de vivienda entre otros problemas de la posmodernidad.

Antes, estos problemas solo podrían verse por los pocos privilegiados que podrían costearse un pasaje de casi un mes en barco a través del atlántico, hoy en día los procesos de comunicación han mejorado y ambos países pueden comprender más de la experiencia política e historia de uno y otro país dejando de lado los discursos del siglo XIX y XX.